El verano conlleva ciertos riesgos para un bebé, mucho más sensible a las altas temperaturas, al sol, a los cambios de rutinas, al cloro de la piscina, a las corrientes de aire… Sin embargo, si tenemos en cuenta unas cuantas «reglas veraniegas», el pequeñín pasará estos meses fresco, feliz y disfrutando con todos sus sentidos de las muchas posibilidades que ofrece esta estación. A los niños les encanta la playa, pero hoy en día es complicado pasar mucho tiempo en familia por las miles de actividades que los papás tenemos que hacer. Los momentos de vacaciones son perfectos para estar todos juntos, pero siempre cuidando a los más pequeños.
Los rayos del sol están súper fuertes en la actualidad, por eso es recomendable aplicarnos bloqueador solar, no solo nosotros, sino a los bebés, que son los más propensos a sufrir quemaduras en su delicada piel. Para cuidar a tu bebé en la playa sigue estas recomendaciones.
El bloqueador solar.
La piel de los bebés es muy delicada. Compra un bloqueador solar con protección UVB y UVA, para que lo proteja de los rayos del sol. El factor de protección solar (FPS) debe ser mayor de 45 y se debe reaplicar cada 40 minutos más o menos, y después de cada baño de tu bebé o si suda mucho. Recuerda que solo debes echarle bloqueador solar a tu bebé cuando tenga más de 6 meses.
La hidratación.
Es básico que tengas una mamadera (biberón o mamila) con agua para hidratarlo. El agua no debe estar ni muy fría ni muy caliente (se puede calentar con el calor), trata de mantenerla en un cooler para que esté fresca. La leche materna también ayuda a hidratar al niño y las frutas naturales, sólidas o en papillas. La ropa para protegerlo. No lo tengas muy abrigado ni tampoco sin mucha ropa.
Lo ideal es tenerlo con una ropa de baño y una camisita o camiseta para evitar que esté muy expuesto al sol. Las gorras también son muy necesarias, así como tenerlo siempre bajo una sombrilla o ponerle medias al caer la tarde. No olvides mojarle la cabecita de vez en cuando para refrescarlo.
La comida.
De todas maneras va a tener hambre en la playa, así que lo mejor será, además de la leche materna, darle algunas frutas frescas, no muy frías. Un plátano o trocitos de pera serán lo más recomendable. Si tu bebé ya puede comer comida salada, entonces algunos purés de vegetales serán perfectos para la estación.
Sería aconsejable también llevar papillas envasadas, de esas que compras en el supermercado, porque se conservan bastante bien. No olvides cuidar muy bien a tu bebé, más aún si ya sabe caminar, porque en cualquier distracción tuya podría pasar un accidente. Inculcarle a tu bebé el gusto por el mar desde pequeño es muy productivo, porque los rayos del sol son muy saludables, siempre y cuando se exponga a ellos con moderación y cuidado.
Aquí encontrarás respuesta a las preguntas más habituales que se hacen las madres sobre la época estival. No es aconsejable que le llevemos hasta que no cumpla los seis meses. Después puede ir (mejor en las horas de menos sol), pero mantengámosle bajo la sombrilla. No, si después lo secamos bien, sin descuidar los pliegues. Antes, por supuesto, lo habremos aclarado.
El cloro de las piscinas y la sal del mar pueden irritar su fina piel. Es preferible no mojar sus oídos, especialmente si hay antecedentes de otitis.
Si vamos a hacerlo, no introduzcamos jamás su cabecita bruscamente en el agua y sequemos cuidadosamente sus orejas tras cada baño. Salvo los bebés de pocas semanas, que aún no regulan bien la temperatura corporal, los niños sienten más o menos el mismo calor que los adultos.
Así que no le cubramos con capas y capas de ropa «por si acaso enfría»: solo conseguiremos que se agobie, sude y su piel sufra irritaciones. Si hace demasiado calor, refresquémosle con una esponjita húmeda y, una vez seco, dejémosle un rato con el culito al aire.
Eso sí, hagamos esto dentro de casa, en un lugar donde no haya corriente. Sí, le vendrá muy bien. En verano la piel de un bebé necesita hidratación extra.
Después del paseo o de haber estado un ratito en la piscina o en la playa (el agua reseca la piel) es muy recomendable aplicarle crema hidratante por todo el cuerpo. Si es fluida, mejor, pues se absorberá antes y dejará a nuestro pequeño con sensación de fresquito.
En algunas zonas proliferan los mosquitos, hormigas, abejas… Los niños están más expuestos a ser atacados por estos insectos, pues se sienten atraídos por ellos. Pueden incluso cogerlos (y hasta comerlos). Las picaduras, salvo que el niño sea alérgico, no suelen ser peligrosas, pero sí molestas.
Así que conviene tomar medidas si estamos en una región de clima húmedo y cálido, cerca de un río o lago… Una de las mejores opciones para protegerle de las picaduras es colocar una malla que no deje pasar los insectos. En las tiendas de puericultura se pueden adquirir mosquiteras adaptables a la cuna.
En las excursiones, conviene vestirle con manga larga y pantalón hasta los tobillos. Para que no pase calor, elijamos tejidos ligeros y colores claros. Las lociones y los aerosoles pueden servir para ahuyentar a los insectos, pero tenemos que asegurarnos de que son aptos para la edad del niño (preguntemos al pediatra) y no aplicarlos en las manos o los pies porque el bebé podría chuparlos.
Los insecticidas eléctricos en principio son inocuos, no dejan olor y protegen eficazmente contra los mosquitos. Sí, si la temperatura del agua de mar es la adecuad o sea templada se introduciará lentamente al bebé mojando primero las manitas, los pies y la nuca.
Podemos crear una especie de juego con este ritual. Una vez perdido el miedo inicial, le encantará. Después del baño es muy importante que lo aclaremos, lo sequemos a conciencia y le cambiemos rápidamente de bañador. Si el día es muy caluroso es preferible llevarle en su cochecito o sentado en la sillita con una sombrilla que le proteja del sol. Se encontrará más libre y fresco.
La tela de estas mochilas envuelve casi por completo al niño, que además viaja pegado a nuestro cuerpo, y este también desprende un calor demasiado agobiante para cualquiera, y mucho más para un niño tan pequeño. Afecta a un 10% de los bebés y en la mayoría de los casos se produce por el contacto con las heces y la orina y la presencia de una elevada humedad.
En verano, por tanto, intentemos que el niño se acalore y sude lo menos posible. Para ello, dejémosle siempre que podamos con el culito al aire. Además, para prevenirla, hemos de extremar la higiene, utilizar jabón neutro y no aplicarle talco.
Si la zona se infecta debemos acudir al pediatra. No, pero podemos enseñarle a familiarizarse con el agua. Es algo muy positivo porque le ayuda a desarrollar su psicomotricidad mientras juega. Nadar implica, como andar, un proceso de aprendizaje que requiere una maduración neurológica que aún no tiene.
A partir de los quince o veinte días el bebé ya puede viajar, pero hay que tener en cuenta que aún es muy pequeño y no soporta bien los trayectos largos. Aunque vayamos a un lugar cercano, hay que hacer paradas frecuentes y vigilar que está hidratado, que no se enfría y que no tiene mucho calor. Es normal que se muestre algo irritable hasta que nos instalemos en el nuevo destino.
Como a nosotros, a veces el calor le reduce un poco el apetito. Intentemos, no obstante, que haga sus tomas en un lugar más o menos fresco y siempre hacia la misma hora. A menudo son los cambios los que le inquietan y le impiden alimentarse con tranquilidad.
En cualquier caso, si lleva un tiempo sin apetito, lo prudente es consultar al pediatra. Si hace muchísimo calor, la falta de hidratación puede hacer que la leche materna se concentre ligeramente y salga menos líquida. Pero el bebé no lo notará si mamá se preocupa de beber lo suficiente y se mantiene hidratada. Su leche recuperará enseguida la consistencia habitual.
Los bebés se pueden deshidratar fácilmente, así que es bueno ofrecerles líquido con cierta frecuencia, eso sí, en pequeñas dosis. El agua, no obstante, la reservaremos para los más mayorcitos.
Para los lactantes es mejor la leche. Los bebés necesitan cierto orden para sentirse tranquilos, pero tampoco hace falta exagerar. Sin embargo, sí conviene mantener, dentro de lo posible, los hábitos a los que el niño está acostumbrado (si nos vamos de vacaciones, coloquemos su cunita en la misma orientación que la de casa, llevémonos su peluche o almohadita preferida, etc.)
Además, es posible que requiera un poco más de atención por nuestra parte. Si nota que se están produciendo cambios a su alrededor se sentirá inseguro y buscará, lógicamente, una mayor atención de sus padres, su mayor referente. Si salimos de viaje, el cambio de agua puede afectar la flora intestinal del niño y provocarle diarreas.
Una buena solución es darle agua mineral mientras dure nuestra estancia fuera de casa. caringisthekey