El chupete puede ser parte fundamental en el descubrimiento del mundo de los niños, pero es imperativo analizar cuando se debe dejar.
El chupete es un excelente instrumento con los bebés, hacen que sus lloros se calmen y les ayudan a controlar el hambre o a acelerar el sueño. Pero una vez que nos acostumbramos a su poder tranquilizador podemos abusar de su uso, haciendo que el niño cree una dependencia y ya no sea un colaborador sino algo de lo que no puede prescindir.
El llanto del bebé suele ser un avisador de que algo inusual está ocurriendo y puede ser un alertador de malestar, ya que no tienen otra manera de comunicarse. Por eso utilizar por sistema el chupete para silenciarles puede ser un peligro.
Por eso hemos de dosificar los momentos en que acudimos a utilizarlo. Así suprimirlo a tiempo en los hábitos de un niño no le creará, ni nos creará un problema. Cuántas veces es un auténtico drama el que se plantea en esta situación. En otras ocasiones el problema lo tienen los padres, en los que no hay una clara decisión en que se deje de utilizar.
Hemos de elegir el modo y el momento adecuado, sin darle excesivo protagonismo ni centralidad. Somos los padres los que debemos observar hasta que punto el chupete se está convirtiendo en algo sin lo que el niño no puede vivir porque no sabe estar sin él, y estudiar con tacto y sutileza cómo desviar la dependencia de este elemento.
Además sabemos que el uso continuado del chupete, puede producir deformaciones en los dientes, que luego habrá que corregir con gastos odontológicos.
Hay niños que no crean este dilema ya que nunca se habitúan a utilizarlo. El proceso de dejar el chupete podríamos encuadrarlo en una de las fases de maduración del bebé. Como edad máxima para abandonarlo se podría fijar la edad de un año. Además resulta muy poco estético ver a esos niños un poco mayores con chupete, que hacen con decisión y soltura otras actividades, y sin embargo van con chupete.
El efecto tranquilizador del chupete no se puede negar, pero también es algo que el bebé tiene que aprender por si sólo. Si al primer lloro acudimos con él, será un recurso fácil para todos. Quizá hay que aguantar un tiempo de llanto sin acudir inmediatamente, igual que no cogemos a nuestro hijo en brazos siempre que lo reclama o no le damos todo lo que pide. Estaremos de este modo, colaborando en su proceso evolutivo de maduración, como señalábamos anteriormente.
Hay otro asunto importante que está en juego en este momento educativo con el bebé, y es el de percibir la autoridad de sus padres. Quizá nos cueste contrariarle pero ellos se dan cuenta que es el otro el que le cuida y de momento toma las decisiones por él.
Nos puede parecer un asunto trivial en la educación del bebé, pero aunque parezca un acto irrelevante tiene su trascendencia. Son pocos los aspectos en los que podemos ayudarles en estas edades y no podemos dar carta de normalidad a temas, que en ciertas edades pueden superarse.