La frase típica ?no tienes que ver nada con la separación nuestra??, puede que no sea muy convincente para nuestro hijo o hija, que sí que puede llegar a pensar que es el responsable de ello.
La responsabilidad de los padres
Es muy cierto que los padres no consideramos a nuestros hijos como los responsables de nuestros problemas de pareja, es decir que no estamos fingiendo cuando exculpamos a los más pequeños y no mentimos respecto a lo que sentimos, pero nuestras palabras y sobre todo nuestros hechos, no suelen resultar demasiado convincentes para ellos.
Cuando el niño ha dejado de ser un mero espectador para pasar a ser un actor protagonista de la historia, aparece la pregunta que debemos hacernos y es ¿hasta que punto son responsables?
Obviar esto resulta válido, incluso puede ser lógico desde la postura de los padres, pero el problema surge cuando se niega y es entonces cuando se debe sostener y afianzar esta responsabilidad paterna ante nuestros hijos.
Por norma general todo tipo de sentimientos y sobre todo cuando son muy intensos, suelen ser demasiado extremistas, es decir, tienden a una exaltación exagerada y a presentar sobre la mesa un carácter excluyente o sea, debe ser una cosa u otra, pero no ambas, con lo que se consigue que cuanto mayor es la pasión que se puede llegar a experimentar, menor es la capacidad de poder compatibilizar estas circunstancias. En otras palabras, cuanto mayor dificultad se encuentra para hacer que convivan distintas realidades y visiones, encontraremos más problemas a la hora de que estas situaciones no incurran en ninguna contradicción.
Las contradicciones
En una separación de pareja es corriente que aparezcan profundas pasiones acarreadas por este siempre doloroso proceso. Pero por otro lado está el hecho de que esa persona a la que tanto se quiere y que es “tan propia” como lo es un hijo, sea a la vez “tan propia” por esa persona por la que se está experimentando una sensación tan poco placentera.
Esto puede llegar a suponer una gran incompatibilidad entre los padres que se preguntan ¿cómo puede ser este hijo de ambos? y cuando la lógica no tiene cabida en estas situaciones, es que algo no funciona correctamente. En una buena comunicación, en las miradas o en las palabras que se dirijan a los niños, está la base de una buena actuación ante ellos para que puedan ser las personas felices que se merecen.
Actitudes como desacreditar o desautorizar a uno de los padres, para intentar soluciones la incompatibilidad existente entre ellos, hacen que el niño intente colocarse en un bando o en otro, con lo que no consigue otra cosa que el pequeño se sienta como un simple objeto en manso de sus propios padres.
Desde este punto de vista la separación debe verse como una circunstancia en la que no se debe involucrar a los hijos ni debe eludirse, sino como una parte importante a tener en cuenta en el momento en que se debe afrontar dicha separación.