Casi seis de cada diez personas que presentan enfermedades tumorales, reciben un tratamiento con radioterapia como parte muy importante de su recuperación oncológica, ya sea como terapia exclusiva o bien acompañada de otras modalidades como la quimioterapia o la cirugía.
Planificación de una radioterapia externa
Es importante tener en cuenta que cada paciente debe seguir un tratamiento completamente individualizado, completamente distinto a cualquier otra persona. Antes de empezar este tipo de terapia será preciso realizar una simulación del tratamiento. La finalidad de esto consiste en determinar los parámetros que suelen variar dependiendo de la localización, de la extensión y del tipo de tumor del paciente, así como las características de cada enfermo. Durante esta simulación, el doctor tomará los datos del paciente para poder determinar correctamente la localización y el volumen que se debe tratar y las zonas sanas que deben protegerse. Para ello, es necesario realizar previamente un TAC (tomografía axial computarizada).
Durante este proceso será necesario diseñar un sistema de inmovilización para cada persona y que suele consistir en una máscara fabricada expresamente para estos casos, para poder tener unas marcas de referencia en la piel, todo ello con el fin de que durante el tiempo que dure el tratamiento, se reproduzcan las mismas condiciones. Aunque esta simulación puede llegar a resultar pesada y larga para el paciente, no se incluye en ella ningún tipo de procedimiento que pueda llegar a resultar doloroso.
Una vez que los doctores han localizado la zona del tratamiento se procede a la planificación de éste, es decir, el momento en que se determina la dosis y la forma en que debe administrarse la radiación. Esta planificación se lleva a cabo de forma conjunta con el oncólogo encargado del caso, el radioterápico y los radiofísicos que son los encargados de determinar como debe distribuirse la dosis de una forma correcta.
La siguiente etapa es la denominada puesta en tratamiento donde se verifican las dos anteriores, es decir la de simulación y la de planificación y en la que para verificar los datos será necesario realizar una placa que servirá para comprobar la correcta administración de la dosis. Este último proceso se realiza varias veces durante el tiempo que dure el tratamiento con radiaciones.
Duración del tratamiento
En el momento en que se hayan determinado las zonas a tratar, se realizan unas series de marcas en la piel que ayudan a los técnicos de radioterapia a situar con total precisión la zona donde debe administrarse el tratamiento. Dicho personal se encargará de informar al paciente la mejor manera de mantener estas señales en su piel.
Normalmente el tratamiento con radioterapia suele durar entre dos y siete semanas, siempre dependiendo de la dosis que deba ser administrada y del número de sesiones totales. Cada sesión suele durar unos minutos pero es importante acudir diariamente para obtener un mayor beneficio terapéutico. Lo más normal es administrar una sesión al día durante cinco días a la semana para que se permita una mejor recuperación de los tejidos sanos a la vez que se actúa más selectivamente sobre los tejidos enfermos.