Los niños en medio de su espontaneidad e imprudencia pueden hacer preguntas que dejan a los padres fríos, pero hay que saber tomar ciertas actitudes maduras y tranquilas para asumir correctamente un papel orientador y lleno de seguridad, que facilite la comunicación padres – hijos. Es normal que los niños tengan inquietudes de todo tipo y que muchas de esas dudas sonrojen a sus padres, entonces mientras van creciendo, tanto padres como madres empiezan a temer por la imaginación y poca prudencia que puedan tener los niños cuando hacen preguntas y hablan sin pensar, aunque no es culpa de ellos, pues muchas veces no entienden ciertos temas y precisamente por eso quieren saber más.
Pero no siempre son los hijos de corta edad los que logran atemorizar y hacer enrojecer a los papás, pues los adolescentes también hacen lo suyo, aunque no se sabe si afortunada o desafortunadamente en la actualidad, los hijos de estas edades tan difíciles saben más que sus padres cuando tenían la misma edad. Aunque a pesar del temor o la pena que puedan sentir, para algunos papás es más importante escuchar a los hijos, que entiendan que quieren orientarlos y que no los van a criticar o recriminar por las dudas que tengan.
Pero como todo siempre hay algunos inconvenientes, por ejemplo, los padres a pesar de que escuchan las dudas de los hijos, caen en el error de mentirles, de inventar cosas que los engañe y no genere más dudas y puede que la situación se torne compleja, porque en cualquier momento mientras crezca se enterara de la realidad y quienes quedaran mal serán los adultos por la falta de confianza y comunicación.
El tema que mas temor genera es el sexo, pues son muchas las preguntas que giran en torno a él, no solo de cómo nacen los niños, sino cosas que van viendo en los medios, que escuchan en los medios de comunicación y que en su imaginación también se van forjando. Para tocar este tipo de temas siempre hay que mantener la tranquilidad, con cariño, con mucha paciencia y comprensión, porque siempre querrán saber más y hay que saber manejar muy bien la comunicación. Hay que evitar las reacciones escandalosas, por más fuerte que sea la pregunta, no hay que ponerse de mal genio ni gritar, fruncir el ceño o parecer que está molesto, porque evidentemente los niños adoptaran una actitud temerosa y empezaran a recurrir a otras personas porque ya no hay confianza.
Siempre hay que tratar de cuidar ese lazo porque de allí derivan preguntas sobre la muerte, la religión o las relaciones, y de las respuestas que se le den afianzara la unión con sus padres, siempre acudirá a ellos y mejorará su autoestima y la capacidad de decir siempre la verdad.