El miedo a la oscuridad, a estar sólo, a las tormentas, a los ruidos o personajes imaginarios son muy habituales durante la infancia y exigen el cuidado y comprensión e los padres.
Miedos infantiles
Los miedos en la infancia pueden sobrevenir de cualquier situación en la vida del niño que sea susceptible de convertirse en un estímulo fóbico, según sea la personalidad del niño y la situación que lo haya desencadenado.
Las fobias son reacciones de ansiedad o de miedo condicionado y por lo tanto, son respuestas aprendidas. Los estímulos fóbicos, simples o complejos, se desarrollan cuando están asociados, en el tiempo o en el espacio, con un estado o una situación que producen miedo. La repetición de la asociación entre la situación de miedo y el estímulo fóbico refuerza la fobia y puede traducirse en una generalización el estímulo fóbico original con estímulos de la misma naturaleza.
La mayor parte de los niños sufren temporalmente algún tipo de fobia que suelen superar de forma espontánea, sobre todo si no reciben una sobredosis de angustia por parte de la familia, ni el empeño absurdo de pretender convencer al niño con argumentos lógicos quede la incongruencia de su comportamiento. Por el contrario, la familia debe propiciar un clima de relajamiento y la potenciación de la seguridad del niño en sí mismo en base a la gratificación social de sus manifestaciones positivas y de sus intentos de superación. Sólo en casos extremos un especialista debe llevar a cabo una intervención psicoterapéutica.
Neurosis obsesivo compulsiva
La neurosis obsesivo compulsiva consiste en la presencia de pensamientos, imágenes, impulsos y acciones que van acompañados de una sensación interna de “algo” que empuja a realizarlo. Este “algo” produce normalmente desagrado y el sujeto intenta resistirlos, pero se presenta de manera persistente, repetitiva e inoportuna. A estos pensamientos, imágenes e impulsos se les suele denominar obsesión y a las acciones compulsiones.
En el normal desarrollo evolutivo del niño aparecen comportamientos ritualistas. Se manifiestan a partir de los 3 años, especialmente en el momento de acostarse. Las personas que rodean al niño tienden a considerarlos como caprichos o como demandas de atención: imposición de ciertas actitudes maternas, disposiciones particulares de la ropa de la cama o la puerta entreabierta, objeto o animal escogido como compañero para dormirse. Cuando los padres son tolerantes, cundo la madre no vacila en cantar la canción, en mantener la puerta entreabierta, el niño se duerme plácidamente. En general estos ritos no son duraderos. Por el contrario, ante la intolerancia de los padres, los niños reaccionan generalmente con exigencias cada vez mayores y los padres, convencidos a veces de que no deben ceder a las exigencias de sus hijos, se muestran agresivos ante las manifestaciones de éstos.
Hacia los cuatro o cinco año, las preguntas que formula los niños pueden tener un matiz obsesivo, por el mimo hecho de su repetición incesante. A partir de lo seis años pueden aparecer rasgos de carácter obsesivo consistentes en una exagerada preocupación por el orden o la limpieza. Al igual que con las fobias, al niño predispuesto al orden no le ayuda en nada una actitud paternal exigente, que refuerce en él la idea y el sentimiento de la necesidad de hacer las cosas de una determinada manera. Ello fomenta la aparición de actitudes y conductas obsesivas.