Sin duda uno de los campos de la psiquiatría más complejos es el de la psicosis, sobre todo la infantil que a grandes rasgos puede definirse como un transtorno de la personalidad que depende de la organización del propio niño con el mundo que le rodea. Características del niño psicótico
Un niño que sufre de psicosis tiene una conducta poco apropiada frente a la realidad, algo similiar a un retraimiento de tipo autístico sin llegar a serlo, pues los niños autistas son pequeños que nunca en su vida se han relacionado bien con los demás mientras que los niños con rasgos psicóticos han desarrollado algún tipo de relaciones sociales durante al menos, la primera etapa de su infancia.
La curiosidad intelectual de los niños que sufren de psicosis es pobre y su intelectualidad tiende a disminuir de una manera progresiva con una vida imaginativa casi nula o incluso de tipo alucinatoria que aplican a la realidad que viven. Alteraciones en los conocimientos de tipo afectivo, ya sea de una manera exagerada o insuficiente, es otra de las características propias de este tipo de niños.
Una relación inadecuada con las personas que le rodean, un desinterés general por el entorno y la creación de vínculos de amor o de odio, sin motivo aparente con distintas personas, suele ser otro síntoma de que el niño está sufriendo este tipo de transtorno así como una comunicación distorsionada o restringida ya sea a nivel verbal, afectivo o emocial y una actitud ante cualquier tipo de situación demasiado concreta o demasiado abstracta que puede llegar a limitar la movilidad de sus acciones y de sus pensamientos.
Actitud de los padres ante un niño psicótico
Lo primero que tienen que hacer los progenitores ante este tipo de situaciones es observar el comportamiento de su hijo, ya que éste es el primer paso gracias al cual se podrá hacer un diagnóstico fiable. Una actitud de apoyo y de afecto, sin recriminaciones ni escenas de ansiedad ante el niño, es uno de los pasos más importantes que influirán en la recuperación del niño una vez el especialista haya confirmado dicho transtorno y haya puesto en marcha el tratamiento más adecuado para su cura.
Gracias al apoyo de sus padres, el niño comenzará a sentirse más confiado y preparado para enfrentarse con situaciones que antes suponían un verdadero calvario para él. Una actitud contraria a ésta simplemente contibuiría a acrecentar su transtorno y a retrasar su curación.