La personalidad de los más pequeños de la casa se va desarrollando poco a poco según van transcurriendo los años dependiendo de la educación que reciben y de los impulsos propios del crecimiento Desde el primer año de vida hasta el quinto
Durante su primer año la vida del niño consiste básicamente en conocer y explorar su propio cuerpo, agarrándose los pies, mirando sus manos o incluso sonriendo ante su propia imagen reflejada en un espejo. Al tercer mes es cuando ya reconoce perfectamente a su madre. A los ochos meses comienza a apartarse de las personas desconocidas y hacia los nueve meses reacciona cuando se le llama por su nombre. Al llegar al año y medio el niño comienza a diferenciar entre tú y yo y pide lo suyo, aunque sin un sentido de la propiedad todavía definido.
Con dos años adquiere un sentido más creciente del yo aunque todavía no llega a diferenciar claramente entre él y los demás pero sí que lo hace perfectamente entre su padre y su madre de los demás hombres y mujeres. A los tres años el desarrollo de su imaginación permite que juegue con amigos o animales imaginarios a la vez que habla mucho consigo mismo. Trata de independizarse pero vuelve siempre a la protección parental. Con cuatro años comienza a sentirse ansioso por crecer y es conocida la fama de embusteros que adquieren durante esta época por la falta de distinción entre la realidad y la ficción. A los cinco años comienza a confiar en los demás y se encuentra mucho más seguro de sí mismo. Su madre es el centro del universo y continuamente imita las actuaciones de los adultos.
Desde el sexto año de vida hasta el noveno
A los seis años, el niño es el centro de su propio universo. Quiere saber todo sobre su infancia y lo relacionado con él. Quiere hacerlo todo a su manera y no sabe cuando pedir ayuda, incluso es habitual que no la acepte cuando se le ofrece. A veces se comporta como si fuera un bebé hablando con la lengua de trapo característica de sus primeros años de vida. Con siete años parece vivir en su propio mundo y teme perder su propia identidad, por lo que no le gusta que le corten el pelo o que le compren ropa nueva. Toma conciencia de su cuerpo y se vuelve especialmente pudoroso.
Con ocho años está en proceso de convertirse en una persona independiente. Le disgusta que se le siga tratando como a un niño y quiere ser un adulto intentando vivir según las normas de los demás. A los nueve años ya razona y piensa por sí mismo y sólo busca agradar y destacar sobre los demás lo que puede llevarle a situaciones de autocrítica que incluso consiguen que llegue a subestimarse.