Gran cantidad de madres o padres tienen problemas al determinar los límites a su hijo, tendiendo a veces a perder el control o la autoridad sobre ellos. También de forma contraria algunos terminan siendo extremadamente estrictos, lo que también es contraproducente. A continuación se mencionan los errores de autoridad más frecuentes de los padres para poder encontrar el equilibrio adecuado. Tener cierto nivel de autoridad, que no es lo mismo que autoritarismo, es básico en la educación para los niños. Siempre se deben transmitir límites y objetivos claros, para que los pequeños puedan diferenciar entre lo que esta bien o mal. Lo ideal es llegar a un punto medio entre autoritarismo y tolerancia, pero ¿cómo lograrlo?
Uno de los errores más frecuentes de los padres es la permisividad, es decir ausencia de límites, lo cual no es adecuado ya que es imposible educar sin intervenir. Los niños cuando nacen no tienen noción ni conciencia de lo que es bueno o malo y lo que se debe hacer o no. Los adultos son quienes deben inculcarles éstos principios, ya que si se dan situaciones como dejarlo que se suba a la mesa solo porque es pequeño, se está yendo por el camino a la mala educación y por consecuencia poca autoridad. Además un niño al que nunca se lo reprende por sus malos actos, crece sintiendo falta de estimación y valoración, siendo algunas veces sus actuaciones llamados de atención a los padres.
Otro error que muchos padres comenten es ceder luego de haber dicho no en primera instancia. Una vez que se decide ponerle límites a un niño la regla más importante es respetar el no, una pauta que no se cumple y hace mucho daño a la buena educación de los hijos. Si un adulto pone un castigo a su hijo, por ejemplo no ver la tele durante un día, por más que el pequeño le suplique no debe cambiar la respuesta. Sino los niños aprenden a recurrir a escenas y parodias constantes para lograr cumplir lo que desean.
El otro extremo en los errores más frecuentes es el autoritarismo, es decir intentar que un niño cumpla todo lo que sus padres le ordenan anulándole completamente la decisión y participación. Este tipo de actuación solo persigue a la obediencia por la obediencia misma, siendo su objetivo una persona sumisa y sin iniciativa, cuando en realidad el objetivo debería ser educar a una persona equilibrada y con capacidad de autodominio. Este tipo de error es uno de lo más negativos para la educación y el crecimiento de los niños.
También un error usual es gritar o perder los estribos, lo cual a veces es difícil de lograr. De hecho todo adulto sincero reconoce haberle gritado innecesariamente en mayor o menor medida a su hijo, alguna vez. Este comportamiento supone un abuso de fuerza por parte de los padres, dando por consecuencia humillación y deterioro de la autoestima del niño. Además, si estos abusos se repiten con frecuencia, el niño aprenderá a utilizar también el recurso de los gritos, de manera que tarde o temprano se generará un clima lleno de caos e indisciplina. Lo mas importante es no llegar a recurrir a los insultos, la humillación o incluso a los malos tratos físicos, lo cual es un tema muy grave. Lo ideal, si se llega a un punto sin retorno donde el niño es incontrolable, es pedir ayuda externa tanto a psicólogos como a la escuela o demás instituciones que ofrezcan ayuda.