El nerviosismo o ansiedad en los niños, se puede deber a diversas razones que los padres pueden identificar o no. Pero es necesario buscar soluciones rápidas, antes que el niño continúe dentro de este comportamiento y pueda ser perjudicial para el y su forma de entender y vivir su vida. Parecería increíble, pero los niños también sufren episodios de ansiedad, nerviosismo e inquietud. Se debe a muchos miedos que empiezan a experimentar desde corta edad y pueden ser tan comunes como la oscuridad o algo más complejos como el miedo a que sus padres se separen o perder el año escolar. La manera más fácil de detectar a un niño ansioso es por la manera en la que se comporta, como habla, cómo reacciona ante ciertos estímulos, sus posturas y actitudes que tiene. Algunas veces su comportamiento también puede deberse a una herencia o a un padecimiento de matoneo en sus colegios.
Por lo general cuando esto último sucede, no quieren regresar a sus estudios y pueden expresarse por medio de llantos y gritos para que no los obliguen a ir. Dentro de los comportamientos más comunes en un niño ansioso, estala irritabilidad, el comunicarse frecuentemente por medio de llanto, no expresarse con una sonrisa o demostrar un comportamiento feliz, no tiene un buen rendimiento escolar y su disciplina puede verse alterada, la falta de atención es constante y a veces puede demostrar una actitud agresiva y desafiante. Puede notarse que baja de peso rápidamente y que es complicado que mantenga relaciones sociales estables.
Si se presenta esta situación, los padres deben primero, tratar de comunicarse con el pequeño y tratar de averiguar qué pasa, que lo pone tan tenso y tan nervioso. Si no obtienen respuesta, hay que acudir a un especialista, para que realice un diagnostico del grado de complejidad del problema y así mismo encontrar una solución adecuada. Siempre es bueno identificar si el origen del problema está en su colegio y que las directivas y profesores, colaboren en el acompañamiento dentro del proceso de recuperación del pequeño.
Una de las respuestas más frecuentes, es que el tratamiento de inmediato no de resultados, pues a los niños les da miedo hablar de sus sentimientos o pensamientos con personas que no conocen, así que hay que tener paciencia y dejar de lado las ideas de reprenderlo, gritarlo o golpearlo para esperar que reaccione. Lo importante es no desistir y que el sienta que tiene la compañía de sus padres, que de paso le ofrecen seguridad. A veces, en algunas terapias, será importante la ayuda no solo del núcleo familiar, sino del resto de familiares como primos o tíos, con quienes tenga confianza y pueda superar sus miedos, sus fobias, preocupaciones o temores.