La neumonía es una de las enfermedades con mayor incidencia en la población infantil menor de 5 años. Sin embargo, aunque habitualmente no suele revestir gravedad, es necesario saber cómo actuar para que no surjan mayores complicaciones, cuáles son sus síntomas, etc. La neumonía, también llamada vulgarmente pulmonía, es una infección que puede ser causada por diversos microorganismos.
En el niño sano sus gérmenes causantes son las bacterias y virus, fundamentalmente; sin embargo, también puede producirse, aunque rara vez es así, por hongos o parásitos, afectando en este caso, mayormente, a niños inmuno-deprimidos, es decir, con defensas muy bajas.
Aunque normalmente no es grave y puede tratarse en casa sin temor a complicaciones, debe diferenciarse entre las neumonías producidas por virus, que suelen tener poca trascendencia y no requieren de tratamiento antibiótico, de las producidas por bacterias, que pueden ser algo más importantes, tienen síntomas más evidentes y requieren de antibióticos.
Cuando la neumonía es bacteriana, el niño suele ponerse enfermo de manera relativamente rápida, comenzando bruscamente síntomas como la fiebre o la respiración acelerada; sin embargo, cuando se trata de un caso vírico, tienden a aparecer más gradualmente.
La neumonía suele comenzar como un cuadro catarral, por lo que es frecuente que pasen varios días hasta que se diagnostica, mediante una auscultación de los pulmones o una radiografía de tórax.
Asimismo, los síntomas dependen de la edad del niño y de la causa de la neumonía, encontrándose entre los más comunes: fiebre, escalofríos, tos, respiración acelerada, ronca o sibilante, dificultad para respirar, dolor en el pecho o abdominal, vómitos, decaimiento, inapetencia e incluso, en ocasiones, pueden presentar un color azulado o gris en los labios y uñas (cianosis).
Éstos suelen durar entre una y dos semanas, aunque en las víricas pueden persistir algo más. Si la sospecha es vírica, no es extraño que el pediatra no le recete antibióticos al pequeño, de hecho, constituye la actitud más correcta.
En cambio, si se trata de una neumonía bacteriana el pediatra, seguramente, mandará un tratamiento de antibióticos, y será necesario darle al niño la medicación siguiendo estrictamente sus indicaciones durante el periodo apropiado para sentir una mejoría en los síntomas en 2 o 3 días.
En cualquier caso, no hay que automedicar al niño, sino seguir las instrucciones del médico al pie de la letra y permaneciendo en casa mientras esté enfermo para no contagiar a ninguno de sus compañeros y amigos del cole, ya que esta enfermedad se puede transmitir por la tos, estornudos, vasos y utensilios de comida, pañuelos usados…
Aunque no es demasiado frecuente, la persistencia de los síntomas o empeoramiento puede significar la aparición de una complicación que obligue a ir a Urgencias, entre las que cabe destacar:
• El derrame pleural, es decir, la acumulación de líquido entre los pulmones o las costillas.
• Dificultad importante para respirar que requiera ingreso hospitalario.
• Las atelectasias, zonas del pulmón en las que no entra el aire al estar taponadas, generalmente, por moco.
A la hora de prevenir la enfermedad, la mejor opción consiste en mantener al niño alejado de cualquier persona que padezca neumonía o cualquier infección de vías altas que pueda derivar en ella, aunque hay vacunas frente a algunos gérmenes productores de neumonía.
Además, si alguien en la casa está enfermo es necesario mantener sus cubiertos y utensilios separados de los del resto de la familia, lavándonos siempre las manos, especialmente si se recogen objetos como pueden ser los pañuelos.
Sin embargo, una administración indiscriminada de antibióticos en los catarros comunes de vías altas, aunque sean febriles, no previene la aparición de neumonía, es más, favorece la creación de resistencias ante éstos. Otro factor que hay que tener en cuenta es que cuanto más pequeño sea el niño y más afectado esté, más probable será su ingreso en el hospital.
Igualmente, si se observa alguno de los siguientes síntomas, debe consultarse con el pediatra o el servicio de urgencias rápidamente, ya que puede ser causa de un empeoramiento:
• Tiene problemas para respirar o respira anormalmente deprisa.
• Incapacidad para seguir el tratamiento o alimentarse, por vómitos u otras causas.
• Tienen los labios o las uñas de las manos azuladas o grises.
• Si a las 48 horas de haber iniciado el tratamiento el niño continúa con fiebre alta. • Tiene 39 ºC o más de fiebre; 38 ºC o más si se trata de un bebé de menos de 6 meses.
• Mantener humidificado el aire de la habitación donde se encuentre el niño.
• Si el pediatra le ha recomendado antibióticos, administrárselos con la frecuencia y duración prescrita. Así, se recuperará antes y disminuirán las posibilidades de contagio.
• Ofrecerle al niño líquidos frecuentemente, lo más nutritivos posible.
• A no ser que el médico aconseje lo contrario, no frenes la tos artificialmente con medicinas, ya que la tos sirve para limpiar las secreciones bronquiales. • Si siente dolor, por ejemplo torácico, las compresas calientes pueden ser de ayuda.
• Controlar que el color de las uñas y de los labios sea rosado, ya que si es azulado.
Ante cualquier duda será necesario hacer la consulta con el médico.
Foto Vía: Pequelia