Un proceso realmente complejo es el que se desarrolla en el sueño tanto de niños como de adolescentes, ya que en él intervienen varios factores, entre ellos biológicos, sociales y también psicológicos. Existen además elementos externos que forman parte de su vida cotidiana como la luz artificial constante, demasiado apego con los padres y los horarios que en muchas ocasiones entran colisión con sus necesidades biológicas en especial los relacionados con la escuela.
Los especialistas sostienen que los problemas del sueño que afectan a los niños no se limitan al ámbito familiar sino que también tiene una importante influencia el contexto social en el que los pequeños viven. Más allá de lo imaginable, estos problemas son frecuentes y muchas veces llegan a ser un importante motivo de preocupación tanto para el niño que lo padece como también para su entorno familiar.
Sin embargo, este tipo de disfunción no afecta a niños y adolescente exclusivamente por la noche ya que sus efectos también se manifiestan durante el día y pueden provocarles alteraciones en su comportamiento como irritabilidad o un déficit de atención en sus actividades y en general un menor aprendizaje que puede derivar en un fracaso escolar.
En ocasiones, el no descansar adecuadamente puede ocasionar problemas de crecimiento y desarrollo e inclusive existen niños que llegan a sufrir de obesidad. Cuando los trastornos del sueño se producen en niños pequeños puede repercutir de forma negativa en el ámbito familiar y en la salud sobre todo de la madre que no puede descansar adecuadamente, estimándose que un 30% de los niños menores de 5 años presentan algún tipo de alteración del sueño.
Estadísticas realizada y diferentes estudios han podido establecer que entre el 13 y el 27% de los padres de niños que oscilan entre los 4 y 12 años de edad, han consultado por dificultades con sus hijos relacionadas con problemas para dormir, entre ellas una gran resistencia a acostarse, una marcada ansiedad en el momento de acostarse, despertares nocturnos, pesadillas, un despertar matinal precoz y hasta casos de sonambulismo.
Estos problemas se desarrollan y se mantienen estables durante la infancia y por lo general, un bebé que ha comenzado con ellos continuará con dificultades para dormir adecuadamente hasta los 3 años de edad en tanto que si la disfunciones comienzan a los años el problema llegará hasta los 12 años de edad.
Existen algunas señales de alerta que pueden ayudar a los padres a identificar si su hijo tiene problemas con su sueño como por ejemplo el despertarse varias veces durante la noche, la falta de sueño y el cansancio durante el día.
Todo esto repercute en la conducta y el ánimo del niño. Afortunadamente, los problemas de sueño más comunes de la infancia pueden ser corregidos de forma rápida y eficaz una, vez que han sido identificados y tratados adecuadamente. Existen también, rutinas para que el niño pueda conciliar más rápido el sueño y dormir sin sobresaltos.
La hora de dormir debe representar para el niño como un momento de alegría y no de ansiedad, pensando que debe separarse de sus padres. Por ello, una buena técnica es que el padre o la madre permanezcan con él durante unos 15 minutos a media hora como máximo contándole una historia o jugando antes de colocarlo a dormir.
Por otra parte, antes de ir a dormir debe evitarse que el niño realice actividades físicas como salta y coorer o que vea programas de terror.
Para superar los problemas del sueño es necesario que aprenda y transforme en un hábito el descansar toda la noche. Emplear algún juguete que el niño prefiera hará que se transforme en algo placentero el estar en la cama para descansar y siempre alguno de los padres se quedará unos minutos a su lado.
Estas técnicas para ayudarlo a dormir pueden utilizarse con niños a partir de los seis meses y hasta los tres años de edad. El aprendizaje de nuevos hábitos llevará un tiempo y por ello es necesario tener paciencia, tranquilizarlo si está con miedo o si llora pero abandonar el cuarto y de ser necesario volver a ingresar hasta que se calmen.
Los intervalos que van entre salir de la habitación y volver a ingresar deberán ir espaciándose a medida que pasen los días, siendo una de las mejores formas de ayudarlo a no angustiarse pero también a adoptar el hábito de dormir.
Siguiendo este esquema de manera consistente en unos tres días el niño comenzará a cambiar sus hábitos, a pesar que puede ocurrir que algunos niños requieran de más tiempo y en ese caso será necesaria la persistencia para llegar a un buen final.
Foto Vía:Topnews