Un niño, incluso un adulto aunque sepa hablar, no sabe expresar siempre exactamente sus emociones ya que éstas son difíciles de clasificar y de definir. A pesar de ello, se puede observar la vida emocional del niño porque se expresa a través de numerosos rasgos de la conducta visibles.
La emoción
Esta es un proceso y como tal podemos observar su evolución a lo largo de los años. A medida que crece, la expresión emocional del niño se vuelve más refinada; además de los gestos emplea palabras y no sólo para comunicarse, sino como controles, símbolos y representaciones de su vida afectiva. Sus ideas y orientaciones intelectuales, sus experiencias y la educación recibida intervienen cada vez más.
En el niño, la expresión emocional se observa básicamente a través de las manifestaciones afectivas como el llanto, la cólera, la agresión, la ira, el afecto, la simpatía, los celos, etc., pero llenan toda la vida del niño: sus sueños y sus temores, los juegos, las relaciones con la familia y los compañeros y su visión del mundo.
La actitud emocional es una tendencia más o menos habitual a reaccionar y sentir de una manera especial ante una situación determinada.
La vida comienza con un llanto y durante los primeros años será la forma de conocer si el niño tiene hambre o sueño, si está incómodo, siente dolor o está irritado. La aparición del llanto viene determinada por el temperamento, la fatiga, la irritabilidad fisiológica y la maduración. Aunque existen fluctuaciones a lo largo de los diez primero años de vida, existe una tendencia general hacia la disminución del llanto como modo de expresión emocional.
La expresión emocional va variando según la edad
La sonrisa, la risa y el sentido del humor son los elementos fundamentales en los aspectos placenteros de la vida emocional. La risa tiene un efecto muy sano sobre la conducta del niño y sobre su crecimiento personal. El sentido del humor desempeña un importante papel en la higiene de las manifestaciones.
La manera de manifestar el niño su forma de ser y su carácter se observa en sus actitudes corporales: contorsiones faciales, gestos, sonidos inarticulados y palabras que van evolucionando con la edad. Las distintas formas de expresión de la cólera y la agresividad son un tema muy importante en el desarrollo social del niño. Con la madurez el niño avanza de un orden de autoafirmación a otro.
Las actitudes afectivas del bebé durante el primer año de vida varían. Hacia el tercer mes, aproximadamente, empieza a sonreír a la vista de un rostro conocido; más adelante va ampliando este comportamiento al resto de las personas que se le aproximan, hasta los ocho meses, en que muestra temor ante los extraños, sonríe menos y llora más y se sobreexcita fácilmente. Hacia los diez meses es muy afectuoso con el grupo familiar y tímido con los extraños. El llanto empieza siendo una manifestación, al principio indiscriminada y lentamente diferenciada según las causas. La cólera la manifiesta a través de movimientos violentos de brazos y piernas.