La elegancia es parte fundamental cuando interactuamos con otras personas en presencia de nuestros hijos. Ellos no se avergonzarán ni imitarán las malas maneras que tenemos.
La dignidad humana es una cuestión importante, acompaña todo lo que eleva o degrada a la persona ante sí o ante los demás. Tener un comportamiento digno y adecuado es algo que se aprende, cada uno hemos de saber distinguir lo feo e indigno y vergonzoso, de lo bello y elegante.
A todos nos influye y nos preocupa lo que piensan de nosotros, más de lo que imaginamos o reconocemos ¿Qué piensan de mí? ¿Qué tal aspecto tengo? ¿No estoy realmente horrible con esta ropa? ¿Se imaginarán la edad que tengo? ¿Alguien se habrá dado cuenta de que la culpa fue mía? ¿Habré quedado como un imbécil? El montón actitudes humanas que se ponemos en juego para preservar nuestra dignidad, son innumerables. Podemos decir que las que más colaboran y nos ayudan son la vergüenza, el pudor y la elegancia.
La vergüenza es algo natural y espontáneo que todos poseemos ante nosotros mismos o ante los demás cuando algo nuestro, lo descubrimos feo. Este sentimiento afecta nos afecta interior e íntimamente. Por eso, necesita ser bien educada, ya que puede ser la causa de la autoestima baja y de la inseguridad, nos avergonzamos de nosotros mismos y nos sentimos inseguros, eso nos hace perder elegancia y seguridad, avanzamos por la vida con torpeza.
El pudor también es algo natural. El pudor está relacionado con lo que se expone a la vista de otros, la parte disponible que dejamos a los demás. El pudor es la reacción espontánea de protección de lo íntimo. Tiene una gran relación con la dignidad, la forma de quitársela a las personas su es violar su intimidad. Una persona violada queda avergonzada ante sí misma. El pudor, nos ayuda a protegernos, es como un cerrojo que abre y cierra desde dentro el acceso a nuestra intimidad. Pero ¿hasta dónde llega el límite de lo íntimo? el pudor incluye no solo lo íntimo espiritual o psíquico, sino también el cuerpo, pues él forma parte de nuestra intimidad es su manifestación. Por ser el cuerpo parte de la intimidad, se muestra como oposición a la desnudez. Por eso mostrarse desnudo ante los demás, puede ser una agresión al otro. El cuerpo no es un objeto decorativo, no sólo de nuestra intimidad sino de nuestra dignidad. Tiene un valor, un mensaje que transmite según se muestra. El vestido ayuda a cubrir el cuerpo y oculta a los ojos de quien nos ven la parte no disponible, que reservamos para quien queremos mostrar. La pérdida del sentido de la decencia, responde a una pérdida del valor de lo íntimo. La regla que enseña a ocultar o no ocultar lo íntimo embellece a la persona, porque la hace dueña de sí.
La idea del buen gusto nos lleva a una nota de la elegancia: la distinción. Lo distinguido se opone a lo vulgar, a lo zafio. Distinguido es lo que sobresale, lo elevado, lo señorial. La distinción es aquello que sitúa a la persona humana por encima de la vulgaridad. Cuando la persona dispone su apariencia exterior con arreglo al buen gusto, entonces está bella.