Los niños cuando son cariñosos son algo muy especial, nosotros podemos ayudarles a serlo con el modo en que les tratemos.
El desarrollo del mundo afectivo de una persona es vital para su felicidad. Debemos enseñar a nuestros hijos a manifestar y exteriorizar el afecto, las emociones.
Nos gusta que nuestros hijos sean cariñosos, nos encanta verles correr hacia nosotros cuando llegamos a casa después de un día agotador, de hecho solamente ese gesto ya nos hace olvidar los problemas y su cariño nos esponja por dentro. Verles caminar tambaleándose buscando nuestro abrazo es muy gratificante.
El afecto es algo mutuo, por eso las expresiones han de ser por ambos lados. Esto les da estabilidad emocional y ellos se sientes queridos y seguros a nuestro lado. El afecto no son sólo abrazos y besos, caricias y achuchones, son importantes y cumplen su función, pero también es importante el modo de mirarles o de escucharles, el tono de nuestra voz.
Al principio cuando son bebés apenas entienden nuestras palabras, pero perciben el cariño que hay en nuestra forma de tratarles. Cuando tienen pocos años necesitan de nuestras expresiones físicas de afecto con mayor frecuencia que cuando entran en la adolescencia, que suelen mostrarse ariscos, porque lo identifican con su infancia, pero lo necesitan igualmente.
Ser cariñoso es ser capaz de dar cariño a otros, para eso hay que percibir la necesidad del otro de esas muestras. Los niños se tienen que dar cuenta de que nos gusta que se despidan con un beso al irse al colegio, o al llegar a casa o al irse a la cama. Ellos perciben si lo echamos de menos, si no lo hacen debemos decírselo cariñosamente, para que sea un hábito pero nunca una rutina.
No todos los niños son igualmente afectivos, los hay más secos o fríos, pero debemos tener paciencia. A algunos de ellos les cuesta más demostrar sus emociones o tener muestras de afecto, pero todos tienen su corazoncito y tarde o temprano descubriremos la forma en que lo muestran hacia fuera. Lo importante es que nosotros colaboremos con nuestro granito de arena para hacerles personas de trato afectuoso. Eso les abrirá muchas puertas en la vida y facilitará las relaciones con los demás.
Cuando son un poco más mayores seis o siete años más o menos, les podemos pedir un poco más en el cariño que dan a los demás. Por ejemplo, hacerle ver que el auténtico cariño es tener detalles con los demás, ayudar, felicitar, dar las gracias, estar sonriente. La vida es un intercambio de servicios y ellos lo tienen que descubrir cuando son pequeños. Si dejan la habitación ordenada, ayudan a mamá; si hacen sus encargos en casa, todo funciona mejor; si es el cumpleaños del abuelo hay que felicitarle y hacerle un dibujo; y así un montón de cosas en las que podemos enseñarles no sólo a ser el centro y a esperar que todo el mundo esté pendiente de facilitarle la vida a él, así él hará sus pequeñas contribuciones a la sociedad en la que vive y aprenderá a ser cariñoso con hechos.