El sufrimiento es un compañero en la vida de todas las personas, si queremos enseñar a nuestros hijos a ser felices, debemos enseñarles a aceptar el sufrimiento y el dolor
El hombre pasa por el sufrimiento y el dolor a lo largo de su vida, no hay nadie que quiera sufrir pero inevitablemente la enfermedad, el sufrimiento y la muerte está en el camino de toda persona y antes o después se lo encontrarán nuestros hijos.
Desde que somos pequeños aparece en nuestra vida el dolor, tiene muchas formas de cómo se lleve depende nuestra felicidad. Puede ser una forma de encerrarnos en nosotros mismos o de abrirnos a la superación y a la trascendencia.
Séneca dijo esa famosa frase de que empezar a vivir es empezar a sufrir, y así es pues el mismo nacimiento es un motivo de sufrimiento, crecer es pasar por diferentes etapas que nos hacen sufrir. Y todas ellas son necesarias para desarrollarnos como personas. El dolor nos hace entender nuestro destino, no hemos sido creados para el sufrimiento, no es ese nuestro destino, podemos decir que el dolor nos descubre ese destino que todo el mundo quiere que es alcanzar la felicidad.
Para una persona con sentido trascendente la vida tiene más valor que para el que no lo ha descubierto, y también el dolor tiene mayor sentido pues su vida no termina aquí, todo lo que hace tiene un valor y un peso.
El dolor hace madurar a la persona, y lleva a colocar en su sitio los problemas. Los niños que tienen enfermedades o tienen a su lado una persona que padece una enfermedad seria suelen madurar con más rapidez que los demás, y saben no inventar problemas.
Ante el dolor cabe la postura de rebelarse y no aceptarlo, esto conduce a actitudes de desesperación. Pero si se acepta y se intenta llevar con sentido positivo, es decir sin exagerar los dolores, fijándonos en personas que sufren más, aprendiendo actitudes de gente que afronta el dolor con fortaleza de ánimo, las cosas se llevan de otra forma. El dolor hay que pasarlo, y el enfrentamiento no lleva más que a agudizar la situación convirtiéndola en más negativa.
Aceptar el dolor es la primera ley del crecimiento personal. Tener valor para afrontar lo costoso y no venirse abajo, es la opción que nos lleva a la superación personal. Debemos enseñar a nuestros hijos a no ser quejicas con pequeñas cosas: una caída en la que se han hecho una pequeña herida, una fractura de mano o de pié que han tenido que enyesárselo, un dolor de cabeza o de estómago, una diarrea… todo esto forma parte de la vida y es una preparación para cosas mucho mayores que vendrán sin duda.
Debemos enseñarles a ser valientes y a tener fortaleza. Procurar cuando están enfermos no estar demasiado encima de si es duele o si se les pasa, con continuas preguntas que lo único que hacen es centrarles más en el dolor y en ellos mismos. Evitar también asustarnos demasiado delante de ellos cuando hay cosas de mayor entidad, debemos saber darles serenidad y ánimo en todo momento, somos su referente y debemos ayudarles a tener estabilidad.