La relación entre la madre y su hijo es algo que según se ha demostrado científicamente se produce a partir del décimo quinto día cuando el embrión implantado en el útero puede comunicarse con los tejidos de su madre. Este proceso natural se produce por los cambios hormonales y en especial cuando se desactiva una hormona llamada cortisol que reduce el estrés y libera oxitocina.
Estudios realizados por la Universidad de Navarra sobre el tema del vínculo entre la madre y su hijo basaron su investigación precisamente en la relación tan estrecha entre la madre e hijo desde el comienzo del embarazo y que se produce tanto a nivel celular como afectivo.
A través de este trabajo puede entenderse como desde el comienzo se establece un diálogo molecular y el embrión recibe así energías que le permiten vivir y prepararse tanto a la madre como al bebé para pasar los próximos nueve meses.
Debido a este fenómeno natural el embrión no es rechazado por el organismo de la madre a pesar de tratarse de un cuerpo extraño, no activándose por lo tanto las defensas como ocurriría si se tratara de un virus.
El hijo le envía entonces señales a su madre y se trata de una comunicación entre el embrión y los tejidos del útero materno. A esto los científicos lo han denominado como tolerancia inmunológica ya que la madre puede reconocer al hijo que está gestando pero como a alguien diferente a ella misma, pero sin ninguna señal de peligro.
De esta forma los órganos de la madre contienen células procedentes del feto que ha gestado y estas células tienen el poder de pasar a la madre e inclusive quedan almacenadas en la médula ósea formando parte de la reserva natural de células que todos los seres humanos tienen.
Asimismo, y como estas células son más jóvenes que las de la madre, poseen una gran capacidad para regenerar y rejuvenecer el cuerpo de la mujer. Se ha comprobado también que estas células se traspasan a partir de la cuarta semana y luego la mujer las conserva toda la vida. Un descubrimiento puede tener aplicaciones clínicas muy importantes sobre todo porque son células diferentes que conviven. La gestación representa entonces la simbiosis de dos vidas.
Por otra parte entre el segundo y el cuarto mes, se produce entre diez y cien veces más progesterona reduciéndose a su vez la respuesta emocional y física al estrés. Al mismo tiempo se almacena la oxitocina en neuronas del cerebro y esta hormona se libera a partir del quinto mes de embarazo como consecuencia de los movimientos del feto.
Si se realiza un análisis por medio de neuro-imagen de las emociones que la madre experimenta ante diferentes estímulos como ver fotografías o vídeos del hijo o escuchar su risa se pone de manifiesto cómo es ese vínculo natural emocional y afectivo que se ha generado en ella por el embarazo.
Asimismo y con el embarazo el cerebro de la mujer cambia, tanto estructural como funcionalmente respondiendo así a las consignas básicas que recibe del feto.
Este vínculo creado durante todo el transcurso del embarazo se refuerza con el parto y la lactancia, porque se potencian aquellos circuitos neuronales más fuertes de la naturaleza.
Así tiene lugar el conocido como »vínculo de apego” afectivo y emocional forma que parte del proceso biológico natural.
Por otro lado, el parto también supone la liberación de la oxitocina almacenada para reforzar aún más el vínculo de apego y retorno a niveles habituales de respuesta ante el estrés.
Al volver a la normalidad neuroendocrina será necesaria una adaptación que conlleva cierto riesgo de cambios anímicos y que en los casos más graves puede llegar a la depresión posparto que es bastante común.
Foto Via: Sochipe