Una de las virtudes más importantes que debemos tratar de inculcar en nuestros hijos es la de la sinceridad, invertir en ella les hará personas leales y nobles.
Todas las virtudes son importantes para educar a nuestros hijos, si tuviésemos que elegir cual es la más importante tendríamos difícil la elección. Para realizar ese análisis con acierto podemos pensar en la trascendencia que tiene esa virtud en la persona y en su relación con los demás. Y que complicadas resultan las relaciones a cualquier nivel, cuando falla la sinceridad. Se construyen entonces mundos aparentes que se acaban derrumbando por si solos.
La sinceridad es un valor muy atractivo, pero difícil de vivir. Para ser sinceros y leales hay que ser fuertes, a veces es costoso afrontar la verdad. Asumir que se ha suspendido porque no se ha estudiado suficientemente, o que se ha llegado tarde porque no interesaba esa clase. Todos tenemos experiencias de situaciones en la vida en las que nos ha costado decir la verdad, podemos decir que la verdad tiene un precio muy alto, pero también quien es sincero siempre tiene un cierto grado de autoridad y de ascendiente sobre los demás. Es una persona con garantía, de la uno se puede fiar.
Nuestros hijos han de aprender siempre a decir la verdad. Pero no podemos decirles que la digan y luego enfadarnos, porque no nos gustan sus fallos. Decir la verdad es un gran mérito y tiene un gran valor, porque no siempre se queda bien ante los demás. Nuestros hijos han de saber y experimentar que para nosotros lo importante es conocer la verdad y que lo demás no importa. Eso grabará en sus cabezas el sentido de la lealtad y sabrán que confiamos en su palabra.
Si les hacemos ver esto, nunca nos ocultarán nada por terrible o feo que pueda ser, no les importará quedar mal ante sus padres, porque sabrán que en su casa se puede decir todo y que eso ya tiene un valor muy grande.
Nunca nos pueden oír una mentira, ni con el pretexto de que es una mentira piadosa, si es mentira no hace falta ponerle ningún calificativo para dulcificar la falta. A veces podemos acostumbrarnos sin apenas darnos cuenta a deslizar pequeñas cosas que no son del todo ciertas. Si no tiene tanta trascendencia el asunto, es mejor acostumbrarse a hablar ajustándose a la realidad. Ellos percibirán nuestros comentarios y aprenderán a moderar la impulsividad y la precipitación, y a estar pendientes de decir siempre y en todo la verdad.
Ser personas de palabra, nos ayudará a ser personas de hecho. Somos una unidad y si nuestro pensamiento es sincero, nuestros sentimientos y nuestras palabras también lo serán. Quienes sean nuestros amigos sabrán que medimos nuestras palabras y se sentirán seguros con nuestra amistad. Sabrán que si hay algo que no nos parece bien, o nos extraña se lo vamos a decir a ellos; sabrán también que nos pueden contar sus problemas y que sabremos guardar el secreto.
Sinceridad, es un modo de vivir. Es una gran virtud que a todos nos gustaría vivir en todo momento y que la viviesen con nosotros, así nos moveríamos siempre en un ambiente de lealtad.