Educar y ayudar a nuestros hijos en tener una voluntad fuerte es una gran inversión a corto y a largo plazo.
Tener ánimo para llevar a cabo cosas que nos superan venciendo las dificultades que encontremos es algo costoso. No todo el mundo tiene fuerza de voluntad para afrontar lo arduo con brío. Sabemos que en la vida es muy habitual encontrar obstáculos y que si queremos conseguir algo es a base de superar muchas fases y esto conlleva esfuerzo.
Solemos identificar el término esfuerzo a voluntad, pero no es exactamente así. Una persona de fuerte voluntad es la que siempre pone empeño y esfuerzo, aquí radica la clave del éxito en esa permanente actitud de superación. Las cosas en las que nos esforzamos y en las que ponemos voluntad llegan a formar parte de nuestros hábitos, y al final ya no nos cuesta hacerlas. Forman parte de nuestro modo de ser.
Cuando algo que nos supone esfuerzo lo retrasamos y damos vueltas en la cabeza a todo el esfuerzo que nos supone, nos estamos habituando aún más a que nos sea difícil hacerlo: nos estamos haciendo el hábito de no hacerlo, justificándonos con que nos cuesta.
Todo este mecanismo les sucede igualmente a nuestros hijos, con la doble dificultad que su voluntad no está apenas utilizada, ni ejercitada. Hay que habituarles a cumplir el deber por encima de todo, hasta que se engrase la voluntad y nos les cueste llegar a casa y ponerse a hacer los deberes, cumplir los encargos. Por eso son muy importantes las rutinas, somos animales de costumbres y repetir las cosas nos da soltura, y disminuye el esfuerzo. Los mecanismos de acción se ponen en marcha y cada vez cuesta menos hacer eso que al principio nos suponía tanto.
Por eso lo más importante es el esfuerzo inicial, ser capaces de superar esa pereza que nos da cambiar de actividad, comenzar algo. De hecho empezar una cosa es estar ya en camino de hacerla y estamos más cerca del final que cuando comenzamos.
Nuestra voluntad y la de nuestros hijos se hace poderosa y fuerte con los hábitos, por ellos somos capaces de hacer casi automáticamente aquello que hemos decidido y querido hacer previamente. Desarrollar la voluntad consiste en contraer hábitos de querer, pero difícilmente habrá estos hábitos si no ponemos en ejercicio la voluntad. Por eso podemos decir que la voluntad es un valioso instrumento, depende de cómo lo tengamos afinado, de cómo lo toquemos podrá salir una sinfonía mejor o peor.
La voluntad es un instrumento personal, nadie puede ejercitarla por nosotros mismos, por eso es muy importante que nuestros hijos se sientan responsables de sus actos y que aprendan a superar la falta de ganas, la pereza, el cansancio. Cada día se presentan ante nosotros cosas que nos apetecen, y cosas que no nos apetecen, pero el sentido del deber y la responsabilidad nos llevan a cumplir eso que tenemos que hacer y que nadie puede hacer por nosotros. Nadie puede ir a trabajar por nosotros, nadie puede llegar puntual por mí y en ese ejercicio nos hacemos personas.