La alegría y el buen humor son una consecuencia de un modo de enfocar y vivir la vida. Podemos enseñar a nuestros hijos con nuestras actitudes, cómo se cultiva esta virtud.
Hay un valor que nos gustaría que reinase siempre en nuestra familia y es la alegría. Es una imagen que nos gustaría dejar en el recuerdo de cuantos nos conocen y tratan, nos encantaría que al hablar de nosotros nos recordasen como una familia llena de buen humor, sonriente y llena de cordialidad.
La alegría y el buen humor son una consecuencia de un modo de enfocar y vivir la vida. Si preguntásemos a la gente que si quiere que sus hijos sean felices nadie nos diría lo contrario, algún pesimista incluso añadiría: ¡qué más quisiera yo pero…! Y es que algunas personas piensan que hay gente con suerte y otros no la tienen.
Todos conocemos personas con problemas muy serios que son felices y además exportan alegría a otros, porque siempre les desborda. Nos damos cuenta de que lo que cambia entre unos y otros, es el enfoque. Y precisamente esto es lo que podemos transmitir a nuestros hijos desde pequeños: el modo de afrontar los problemas, el día a día. Y eso se comunica con nuestros modos de hacer y reaccionar.
¿Y eso cómo se hace? Es un entrenamiento y como todo entrenamiento conlleva ejercicios. Son ejercicios inocuos y saludables, algunos con fáciles y otros más esforzados, pero todos merecen la pena porque consiguen que seamos más felices y estemos más alegres.
Ejercicios para ser alegres:
1. Sonreír: curiosamente no todo el mundo sabe que se ponen menos músculos en ejercicio cuando se sonríe que cuando uno se enfada. Sonreír es algo más que un gesto, podemos decir que es un saludo y cuando vemos a una persona en lo primero que nos fijamos es en la expresión de su cara. Si habitualmente sonreímos enseñamos a nuestros hijos a hacerlo y ellos nos saludarán del mismo modo.
2. Pensar en las necesidades de los demás antes que en las propias: si los padres hacen eso habitualmente están enseñando a sus hijos de un modo práctico que la generosidad está estrechamente unida a la alegría y que si la vida se vive en clave de dar siempre se es feliz.
3. Saber perdonar: a diario se presentan pequeñas cosas que nos duelen o molestan y que son fruto de los diferentes modos de ser. No todo lo que nos molesta está mal o es censurable. Educar en la tolerancia y en la visión amplia, nos da capacidad para entender a los demás.
4. Evitar quejas: a veces nos quejamos de cosas muy insignificantes o pequeñas que nos han molestado o nos cuestan. Una manera de evitar esto en los niños es eliminarlo de nuestras costumbres. Una forma fácil de solucionarlo es aplicar el ejercicio número uno y antes de emitir una queja, callar y sonreír.
5. Tener sentido del humor: buscar una salida positiva y que sea capaz de arrancar una sonrisa en los demás. Esto nos hace además ser más reflexivos y ponderar nuestras intervenciones.
Una persona alegre tiene atractivo por sí misma, posee un imán: su sonrisa.