La placenta está unida con la pared del útero por una gran cantidad de vasos sanguíneos. El desprendimiento de la placenta consiste en la separación de ésta de la pared uterina, ya sea parcialmente o totalmente, antes o durante el momento del parto. Suele producirse en uno de cada 120 embarazos, provocando una hemorragia al romperse los vasos sanguíneos que conectar ambos órganos.
Grados del desprendimiento de la placenta
El desprendimiento de placenta se puede catalogar en tres grados dependiendo de la gravedad. El grado uno es el considerado cuando el sangrado es escaso y hay pocas contracciones uterinas. No existen signos de sufrimiento fetal ni la presión de la madre es baja.
En el grado número dos la hemorragia es algo moderada. Las contracciones uterinas son más frecuentes y la frecuencia del corazón del feto puede indicar que hay sufrimiento.
El grado número tres ya está considerado como el desprendimiento total o casi total de la placenta y aunque es poco frecuente, es grave. En estos casos el sangrado es muy intenso, llegando incluso a permanecer oculto. Las contracciones del útero son muy continuas, aparece una baja presión sanguínea en la madre y un dolor abdominal fuerte. Para salvar al bebé es necesario hacer la cesárea puesto que no se puede detener el desprendimiento de la placenta.
¿Cuáles son las causas del desprendimiento de la placenta?
Excepto en los casos en los que se haya producido un golpe directo contra el útero, no se conocen cuáles son las causas de que se produzca un desprendimiento de placenta, aunque se puede encontrar asociado con factores como el tabaquismo, la hipertensión, un embarazo previo en el que se haya sufrido dicho desprendimiento, edad avanzada, diabetes, infecciones o anomalías en el útero o un embarazo múltiple.
Síntomas y tratamiento
El sangrado vaginal es uno de los síntomas más comunes y en este caso en concreto va acompañado de contracciones uterinas y dolor abdominal. Pero también son comunes síntomas como malestar, náuseas, sangre en el líquido amniótico, una disminución en los movimientos del feto y hemorragia posparto.
El tratamiento dependerá del grado de desprendimiento de la placenta. Normalmente cuando éste es leve no suele entrañar gravedad ni para el feto ni para la madre. Pero el desprendimiento de la placenta no se puede interrumpir una vez que se ha iniciado, ni tampoco reimplantarla de nuevo, por lo que si el embarazo está ya casi a término, el médico seguramente aconsejará adelantar el parto para así evitar complicaciones.
El desprendimiento de la placenta aumenta el riesgo de sufrir un parto prematuro por lo que una vez que se ha diagnosticado, se deben administrar fármacos a la madre que van destinados a la aceleración de la maduración de los pulmones del futuro bebé, y de esta manera minimizar los problemas que surgen de un nacimiento prematuro. En caso de que el desprendimiento continuara, el feto presentara dificultados o la madre tuviera importantes hemorragias, debería practicarse una cesárea.