Las convulsiones causadas por fiebre suelen darse en niños con edades comprendidas entre 6 meses y 5 años sobre todo y suele ocurrir principalmente durante el primer día de fiebre. Cuando y por qué se sufre este tipo de convulsiones causadas por la fiebre
Cuando un niño supera los 38 grados centígrados de fiebre tiene posibilidades de sufrir convulsiones causadas por ésta que a menudo suelen ir acompañadas de una pérdida de conciencia y de un estremecimiento de las extremidades del cuerpo. No es habitual que el pequeño experimente rigidez en el cuerpo o contracciones en una sóla parte de éste. Normalmente las convulsiones febriles duran un par de minutos aunque eso puede varias llegando en ocasiones a durar apenas unos segundos y otras veces incluso más de 10 minutos.
Como ya hemos comentado, es raro que un niño menor de 6 meses sufra este tipo de convulsiones al igual que los mayores de 5 años. En cualquier caso cuanto mayor es el niño, tiene menos probabilidades de sufrir un episodio de estas características en el futuro, aunque hay que comentar algunos de los factores que influyen para que un niño sea más propenso que otro a sufrirlas, como por ejemplo el tener familiares cercanos que ya han padecido estas convulsiones o cuándo éstas suceden en el mismo instante en que comienza la fiebre y ésta es relativamente baja. Si la primera convulsión febril sucede a una edad inferior a los 15 meses o cuando el pequeño cuenta con un cuadro de fiebres recurrente, también ofrece mayores posibilidades de que éstas se repitan con cierta frecuencia.
Cómo actuar ante un niño con convulsiones febriles
Normalmente el niño que sufre una convulsión causada por la fiebre no necesita ser hospitalizado a no ser que ésta venga acompañada de una infección severa o si el origen de la misma no puede identificarse, en cuyo caso el médico recomendará que permanezca en el hospital para llevar a cabo una meticulosa observación y determinar la causa exacta de la fiebre de igual manera que procederá a destacar enfermedades como la meningitis.
En cualquier caso la actitud de los padres es determinante en el momento en que los niños sufren convulsiones. En primer lugar es necesario no perder la calma, siempre que sea posible y actuar con rapidez para prevenir heridas que puedan causarse durante el episodio. Tampoco debe ser agarrado o intentar evitar que se mueva. Ponerle de lado para prevenir que se pueda ahogar, observar que no tiene ningún tipo de objeto ni de alimento en la boca y llevarle inmediatamente al médico, sobre todo si se observa que el pequeño tiene el cuello rígido o presenta un cuadro de vómitos, son algunas de las consideraciones a tener en cuenta si nos encontramos ante un caso así.
No es normal que un niño que haya sufrido una convulsión causada por la fiebre sufra ningún daño adicional. Aún en el caso de que dichas convulsiones hayan durado demasiado tiempo, el pequeño no tendrá ningún problema en recomponerse de una manera completa. Una medicación recetada siempre por el médico, en el caso de que volviera a sufrir de convulsiones e intentar reducir las enfermedades que pudieran causar un estado febril, aunque por supuesto esto es muy difícil de conseguir, pueden bastar en principio para que el niño o la niña no vuelva a recaer.