Los cuentos no son sólo un entretenimiento para los niños, tienen un valor educativo grande y si sabemos utilizarlo pueden ser una gran aliado en la educación.
Contar cuentos a los niños siempre ha sido una actividad estupenda. Las historias nos gustan a todos. Y podríamos decir que la mayoría de las personas que saben cautivar un auditorio saben contar historias.
La propia vida es una buena historia, y puede estar llena de interés para los demás. Contar cuentos a los niños es una actividad no sólo de abuelas al lado de la almohada, sino que es una forma de ayudarles a tener ilusión y fantasía. También una manera de ayudar a su imaginación. La imaginación es una forma de inteligencia creativa desbordada que necesitamos mucha veces para salir de la rutina de la vida, o para imaginar algo que todavía no ha sido, no solamente los ordenadores pueden crear espacios irreales, sino nuestro propio cerebro.
Todos hemos sido niños y recordamos los buenos momentos que hemos pasado leyendo un cuento y poniéndole imágenes en dentro de nuestra mente. Aprender a disfrutar con antelación de las cosas tiene mucho que ver con el desarrollo de la imaginación. Las personas excesivamente prácticas o realistas tienen un punto de dificultad para todo lo que no han visto o experimentado antes.
Saber contar cuentos a los niños requiere que pongamos muchas energías en movimiento. Nuestra capacidad de hacerles vivir el cuento depende de nuestros, gestos de nuestra voz, de nuestras expresiones.
Un buen cuento debe empezar por un “había una vez” o “erase una vez”, así ellos ya sabrán que vamos a comenzar a contar una historia. Prepararán sus cabecitas abiertas a creer todo lo que les va a salir con nuestras palabras. Asimismo todo cuento debe poseer en su entramado unos buenos “y de repente” que ayudan a crear tensión y suspense. Y siempre deben terminar con una buena enseñanza o moraleja. Los cuentos no tienen como único objetivo entretener a los niños, la finalidad primera es transmitir un valor, porque a través del cuento les estamos enseñando algo y queremos que se les grabe. El cuento es solo un medio, un canal a través del que les llega un mensaje.
Debemos pensar que cuentos son buenos para nuestros hijos, todos aquellos cuentos que nos contaron a nosotros de pequeños y que se transmiten a los largo del tiempo de una generación a otra y siguen teniendo la misma novedad para los niños que cuando nosotros al ser niños los escuchamos.
El cuento tiene un valor pedagógico muy grande y todos los cuentos nos han dejado una huella. Basta rebuscar en nuestra memoria para recordar algunos de los que tenemos ahí sepultados, pero con su mensaje activo. Volvamos a disfrutar contando a nuestros hijos esos cuentos que nos contaron a nosotros de pequeños. Saquemos a Caperucita, a los tres cerditos, al lobo y los siete cabritillos, del olvido e intentemos contárselos. Quizá volvamos nosotros a revivir y a recordar sus inolvidables lecciones.
Y busquemos siempre que compremos a nuestros hijos un cuento la moraleja que les van a dejar, para asegurar que ese libro está transmitiendo a nuestros hijos los mismos valores que nosotros queremos sembrar en ellos.