Si bien durante siglos los roles familiares se basaron en la imposición de normas, castigos y premios por parte de los padres, hoy en día existen evidencias de que no es lo más sano o adecuado para el desarrollo de los niños. Por eso, a continuación se presentan las ventajas y desventajas de la autoridad crítica de los padres, para aprender a crear un ambiente saludable, cooperativo, amoroso y armónico en la familia. De acuerdo a como se maneja tradicionalmente el poder y la responsabilidad, son los padres aquellos que imponen las normas o tienen la última palabra. Esta es una forma rápida y simple de mantener el control de la familia, pero ¿tiene esto alguna desventaja?
Cuando el control y las decisiones son asumidos por completo por los padres, los niños tienen poca oportunidad o iniciativa de participar en los debates cotidianos. Es una forma de educación en la que los niños no aprenden como funcionar en grupo, como cooperar o contribuir con nuevas ideas o soluciones; en contracara solo son capaces de obedecer y responder de forma sumisa a las exigencias y castigos que aplican los padres.
En la actualidad, se pueden apreciar familias donde este rol autocrático de los padres ha dejado de funcionar, y de forma muy diferente los padres, aun no hayan la manera de encausar las actitudes de sus hijos. Aquí es donde aparecen las crisis de autoridad, ya que nadie tiene una función específica, ni roles determinados que compongan su quehacer cotidiano. De esta manera aparece mucha tensión y estrés en cuanto a las relaciones personales de los miembros de la familia.
Sin embargo, este último caso es el más saludable para la familia, pero siempre y cuando se tenga en cuenta que las crisis son más beneficiosas que perjudiciales, y que indican la necesidad de una evolución o cambio. Esta afirmación se basa en que las crisis demuestran en evidencia que las relaciones interpersonales de una familia no son adecuadas, es decir, demuestran que hay disfuncionalidad entre los miembros. De esta manera, si se tiene la perspicacia de reconocer la dificultad, la fortaleza de examinarla y la voluntad de actuar, la familia indudablemente puede retornar a un equilibrio funcional de las funciones de cada uno.
¿Qué hacer?
En un principio se deben dejar de lado los dos polos de forma de vida familiar que se presentaron en un principio, tanto la autocracia de los padres como la falta total de disciplina y límites. Lo ideal es establecer funciones específicas para cada miembro de acuerdo a sus gustos y posibilidades, haciéndose hincapié en la importancia de la cooperación y de tomar responsabilidades para el bien del equilibrio familiar.
No se debe someter o controlar a los niños, pero tampoco se deben evitar las normas, lo importante es que todo lo que se promueva tenga un real sentido para el bienestar de la familia, y que eso sea transmitido a los hijos mediante serias explicaciones acordes a su edad.
También es favorable que los hijos tengan participación en las decisiones, obviamente en aquellas que estén a la altura de su entendimiento y posibilidad de resolución; ésta participación debe ir creciendo a medida que lo hagan los jóvenes y su comprensión de la vida.
Por último es indispensable dar el entendimiento de que todo lo que se les prohíbe a los hijos es por una buena causa, como por su seguridad. Se deben dejar de lado los “porque no o porque yo lo digo” y se debe tratar las actitudes o conductas indeseadas con templanza, calma y cariño.