La palabra autoridad no debe resultar en una dictadura en el hogar donde los padres crean una competencia para ver quien da más ordenes, grita más o impone más castigos. Por el contrario, la autoridad no debe estar segmentada, pues lo importante es la estabilidad de la familia, la unión desde los padres, el ejemplo para los hijos el respeto de unos hacia otros. Los padres representan para los hijos la fuerza y el motor para seguir, un soporte y quienes los sacan adelante. Antes eran los hombres quienes daban las órdenes, tenían la autoridad y tenían todo bajo control, pero en la era moderna, la mujer ha tomado fuerza y ganado un papel importante en donde figura como gran autoridad dentro del hogar. Pero esta palabra puede medirse en diversos campos divididos en tres:
1. Autoridad formal: es la que tiene que ver con los permisos, con las prohibiciones, los llamados de atención. Esta generalmente se da por un acuerdo en común, donde ambos padres dialogan y deciden lo mejor para su hijo. Aunque hay excepciones en donde el poder que da la autoridad puede llevar al padre o la madre a tomar decisiones arbitrarias en donde un llamado de atención no es suficiente, sino que deben hacerse maltratos físicos y sicológicos. Esto les brinda una imagen que exige más que el otro y que por los castigos los hijos les guardan respeto, cuando realmente lo que infunden es miedo. Lo difícil de estos casos es que a largo plazo los niños de transforman en personas agresivas, violentas, desobedientes y hasta mentirosos.
2. Autoridad moral: Se refiere a la formación interior de los hijos, a los valores inculcados, al saber a diferenciar sobre lo bueno y lo malo desde pequeño para que sea una gran persona en su adultez. Aquí lo que se debe evitar es que hayan enfrentamientos entre autoridades, es mejor hacer un acuerdo entre papá y mamá para no crear contradicciones entre lo que se enseña y lo que ellos ven en su hogar y esto es más frecuente en adolescentes y después un gran porcentaje de hijos pequeños.
3. Autoridad afectiva: Tiene que ver con el amor y el cariño que los padres reflejan a sus hijos. Es aquí cuando los niños crean un respeto hacia sus padres porque sienten que toda decisión que toman por ellos es por su bien, porque los quieren y les preocupan, que cuando aceptan algunos de sus caprichos es por satisfacer algunos gustos pero también negaran muchos otros porque es necesario educarlos. Entonces es cuando los hijos sienten cierta responsabilidad de compensar lo que sus padres han hecho y se preocupan por colaborar en casa o rendir muy bien en el estudio, sin necesidad que los obliguen o los golpeen, sino por disposición propia.
Pero tampoco hay que empezar una lucha por ganar el cariño de un hijo, ni una competencia para ver quién puede darle más, quien cumple sus caprichos o hace todo lo que quiero porque entonces se estarán malcriando. La autoridad debe estar basada en el afecto pero también en saber corregir cuando es necesario y se sabe que algo no está bien.
De hecho no debería haber una autoridad inclinada hacia alguna de los dos de los padres, pues para que una familia funcione correctamente, todo debe ser acordado, en donde solo importe el cariño entre todos los miembros que la componen y saber escuchar y actuar correctamente.