La calidad y cantidad del sueño en un niño puede verse alterado por numerosos factores como los gases, la sensación de hambre, la falta de limpieza, el ruido o la excitación, así como una ausencia de contacto corporal por parte de la madre o incluso por la ansiedad de ésta. Transtornos del sueño
Desde que el bebé cumple tres meses hasta que llega al primer año de vida, el sueño se altera con mucha frecuencia por la salida de los primeros dientes o por la excesiva dependencia del bebé hacia la madre, que incluso puede hacer que cualquier perturbación en el estado anímico de ella, le llegue a influir. Desde que cumple un año hasta los tres, los transtornos del sueño pueden ser debidos por algún tipo de enfermedad o intervención de tipo quirúrgico, además de ser la etapa donde se comienza con el control de las esfínteres, que si no se realiza de una forma tranquila y relajada puede hacer que el niño lo viva con un temor y una ansiedad que llega a repercutir en su sueño.
La edad comprendida entre los tres y los cinco años suele ser de poca importancia en lo relativo al sueño, pues cualquier alteración en éste, suele corregirse de una manera espontánea. A partir de esta edad es cuando suele aparecer el sonambulismo, etapa en la que el niño se levanta por las noches de una manera autómata, con los ojos abiertos y la mirada fija a la vez que se mueve con pasos inseguros. Tras un período que puede durar entre unos minutos y media hora, el niño regresa a la cama por sí solo o bien acompañado, siempre de una manera dócil, para no recordar nada al día siguiente.
Pesadillas y terrores nocturnos
Los terrores y pesadillas nocturnas sólo pueden llegar a considerarse como algo patológico cuando se producen de una forma asidua. Las pesadillas son fenómenos muy normales desde muy temprana edad, en las que el niño se llega a mover bastante mientra gimotea y se despierta con una sensación de ansiedad para dejarse consolar por sus padres. Los terrores nocturnos son mucho menos frecuentes y suelen llegar a una edad más tardía. En ellos el niño se levanta tras algunos gritos, con una sensación de angustia y una voz incluso irreconocible, que hace que no llegue a ser capaz de reconocer a las personas que le rodean y no que consiguan ser tranquilizados de ninguna forma. A la mañana siguiente tampoco consiguen recordar nada. Ambos transtornos se producen durante la cuarta fase del sueño.
Actitud de los padres
Cualquiera que sea la crisis sufrida, los padres deben adoptar una actitud de suma tranquilidad, tratando de relajar al niño y dándole muestras de cariño a la vez que buscar las posibles causas de dichas crisis nocturnas, ya que éstas suelen repetirse durante varias noches y con un horario más o menos fijo. Estas pesadillas o terrores nocturnos, hacen que el niño acuda a la cama de sus padres y que quieran pasar el resto de la noche con ellos y para evitar que se convierta en una costumbre de lo más desaconsejable, es necesario acompañarle hasta su cama y conseguir que se relaje.