En el momento en que el niño cumple los dos años la posibilidad de que aparezcan los temidos berrinches en público se hacen más patentes. Y es que por cualquier motivo y en cualquier motivo puede aparecer una explosión de emociones que alteran tanto al niño como a todos los que lo rodean.
Las primeras rabietas
Estas primeras rabietas forman parte de cualquier proceso de separación del niño de su madre al darse cuenta que es una persona autónoma que puede desear algo distinto a lo de sus padres, y como no saben cómo expresar su frustración, su enojo o su impaciencia, aparecen las temidas pataletas.
Es normal que se originen por algo leve y normalmente duran poco. Para saber cómo hay que actuar ante estos berrinches es necesario saber identificar la causa que los provoca. Una de ellas es que el niño quiera mostrar su autonomía de una manera exigente y desafiante o que tenga necesidades fisiológicas que no estén satisfechas como que tenga hambre, cansancio, sueño o malestar físico.
También puede ser por una confusión o ausencia de los límites y de las normas del hogar si los padres son muy autoritarios o muy permisivos. En algunos casos más severos, pueden indicar irritabilidad, depresión o trastornos de conducta.
Por cualquiera de estos motivos el pequeño dirige hacia sus padres su rabia pues piensan que deberían haberlo evitado o previsto. En caso de que esto suceda es necesario mantener la calma y el control de las emociones pues de lo contrario se pondrían al mismo nivel que los niños.
Es importante que los padres aprendan a identificar que es lo que provoca los berrinches en público. Si por ejemplo hay que llevar al niño al supermercado o al banco, es normal que se aburra y se canse, en cuyo caso no va a ser suficiente decirle que se porte bien. Habrá que explicar que van a ir a un sitio donde tendrá que estar esperando, donde habrá mucha gente y donde no podrá hacer ruido ni correr. Con una explicación el niño se sentirá más tranquilo y seguro pues sabe lo que se espera de él y actuará en consecuencia.
Hay que ser firmes en la decisión que se haya tomado, algo que se puede hacer sin gritar y con palabras cariñosas. Los padres deben estar de acuerdo en ello ya que uno no puede cambiar la decisión que el otro haya tomado. Con la firmeza el niño obtendrá un mensaje claro y es que los berrinches en público no son necesarios para poder conseguir lo que quiere, algo fundamental para que no se conviertan en algo habitual.
Y de igual manera que los padres tienen que conservar la calma y no sobrepasarse con los pequeños, a ellos hay que hacerles entender que tampoco pueden ser groseros con sus padres. Hay que insistir y explicar al niño que lo vas a escuchar mucho mejor si se calma, no solamente porque tiene que ser respetuoso, sino por si está llorando y gritando, es más difícil entender lo que le pasa.