No es una fatalidad, es ausencia de prevención. Un niño pequeño puede accidentarse por multiplicidad de motivos, entre ellos, por las condiciones de riesgo del ambiente en que se encuentra, por los descuidos o la ausencia de los adultos, por ser varón está más expuesto, por la creencia errónea de que al «rol de hombre» le corresponden la valentía y la audacia y se los alienta y festeja en ese sentido empujándolos de esa forma a mayores riesgos, por los comportamientos propios de cada edad.
De 1 a 2 años:
– Es muy curioso, quiere investigar y explorar todo.
– Todo lo toca y se lo lleva a la boca.
– Le atraen mucho los objetos que sobresalen, los huecos y las hendiduras.
– Inicia la de-ambulación; gatea, camina y se trepa luego corre y salta.
– La adquisición de nuevas habilidades lo impulsan a nuevos riesgos.
– Objetos aparentemente inofensivos para adultos pueden significar para ellos un gran peligro.
– Le atraen enchufes y tomacorrientes, por ello los explora y también intenta introducir objetos.
A los 3 años:
– Es muy autónomo. Los adultos creen que pueden darle responsabilidades que no están en condiciones de cumplir (quedarse solo, cuidar hermanos menores, salir a la calle o jugar solo en ella). Esta confusión es un factor de riesgo.
– No sabe reconocer los peligros.
– No puede aún aprender y poner en práctica las normas de seguridad.
– Le gusta imitar a los adultos.
A los 4 y 5 años:
– Tiene gran curiosidad por máquinas y aparatos que lo atraen y entretienen.
– Puede cambiar súbitamente la atención de un juego seguro a otro riesgoso.
– Aparenta gran autonomía y responsabilidad engañosa para los adultos que confían en esa falsa apariencia.
– Puede súbitamente olvidar las habilidades adquiridas de control y auto-cuidado.
– Desarrolla gran confianza en sí mismo que lo impulsa hacia situaciones peligrosas por su inexperiencia e inmadurez.
– No sabe reaccionar ante el peligro o puede hacer lo contrario a lo conveniente (se esconde en su cama en un incendio o se queda inmóvil).
– Se entusiasma con su juego y se descuida (cruza la calle sin mirar tras una pelota).