El carácter de un niño va a depender de numerosos factores, como por ejemplo su componente genético, pero sin duda su educación y su entorno, son determinantes para perfilar una gran parte de su comportamiento y de su personalidad. Hoy queremos hablar de la necesidad de educarlos en la felicidad y de algunas estrategias que pueden servir de ayuda.
Períodos sensibles
Una gran parte de psicólogos infantiles hablan de la importancia de períodos sensibles en un niño, es decir, unas etapas en las que su plasticidad cerebral es tan grande que son increíblemente receptivos a todo aprendizaje.
Hasta lo cinco años de edad se encuentra la clave del desarrollo en los niños, por eso las experiencias previas que se les facilitan son fundamentales. Hay que hacerlos partícipes en las tareas del hogar, que te vean leer, cocinar, que aprendan a jugar con otros niños y en definitiva, que interaccionen con todo su entorno en total libertad pero con absoluta seguridad.
El siguiente período sensible va desde los seis años hasta los ocho, momento en el que su desarrollo social y moral le va a hacer comprender la importancia que tiene empatizar y ponerse en el lugar de los demás.
Felicidad
Para criar a unos niños que sean buenos hay que enseñarles desde bien pequeños la importancia que tiene la responsabilidad de la mano con la libertad. La felicidad no va a ser solamente darles aquello que pidan. Los niños buenos van a respetar a los demás y a su vez van a saber cuidarse ya que tienen una buena autoestima.
El ofrecer al niño libertad no se va a basar en que haga lo que quiera, pues tiene responsabilidades, y a medida que vaya demostrando éstas últimas, se les podrá ir permitiendo ciertas licencias en su vida cotidiana. Pero no se trata de que obedezcan sin más, sino de hacerles entender cuáles son sus responsabilidades para que actúen en torno a ellas. Por ejemplo: ellos mismos deben saber que tienen que hacer los deberes primero para poder jugar después.
Entender sus emociones
Los niños no gestionen todavía de una manera adecuada sus emociones porque no lo comprenden y en ocasiones, les llega a superar. Es por esto que pueden confundir la tristeza con la rabia y los adultos cometer el error de imponerles un castigo sin entender que hay detrás de un comportamiento tan desafiante. Por eso es muy importante favorecer una comunicación adecuada con los hijos y ser siempre alguien cercano en el que puedan confiar siempre. Por eso hay que evitar juzgar, burlarse de sus sentimientos y no compararle con nadie.
Niños con una buena autoestima
Cuando nos referimos a niños buenos no queremos decir unas criaturas dóciles que tenga un carácter tranquilo, sino de un niño que se cuida a sí mismo porque sus padres han favorecido su autoestima y le han dando confianza y refuerzos positivos.
Un niño bueno respeta también a los demás pero sin dejarse manipular.
Y aunque somos conscientes de que educar no es nada fácil, lo que hay que tener en cuenta es que ante todo, ser padres, es estar presentes en cada momento para acompañarles en su camino vital y para ofrecerles la ayuda y el cariño que necesitan así como para favorecer su libertad, puesto que al fin y al cabo son ellos lo que tienen que elegir su camino y ser los creadores de sus propios sueños que lograrán alcanzar, si mientras llegan a ellos, nosotros les favorecemos su crianza en felicidad.