La rebeldía es un comportamiento natural y normal del adolescente frente a unos adultos que le piden que sea independiente, al mismo tiempo que continúan sobreprotegiéndole. Esta actitud es una forma sana de independencia y de autoafirmación del adolescente y que resulta mucho más positiva que la dependencia y la aceptación de los patrones adultos sin protestar ni cuestionarlos.
Alcanzar la madurez
El proceso para convertirse en un ser adulto supone romper los vínculos de dependencia y protección de la infancia, para de este modo poder adquirir las pautas necesarias de autonomía e intercambio propias de la relación adulta. Para conseguir que la ruptura sea menos dolorosa, el adolescente trata de desvirtuar los valores adultos, pues siempre es más fácil desprenderse de lo que se rechaza que de lo que se aprecia. Este proceso no es fácil ni para los padres ni para los hijos. Para los primeros puede ser duro y desagradable, pues deben aceptar que sus hijos ya nos los necesitan como cuando eran pequeños.
Asumir el crecimiento de los hijos quiere decir adoptar actitudes beneficiosas para ellos, pero que de algún modo van en contra de los propios sentimientos paternos: darles amor y protección a la vez que facilitarles la independencia. También quiere decir renunciar a tomar todas las decisiones por ellos, a permitirles tener ideas e intereses propia, a pedirles cuanta de sus actos, o a proporcionarles oportunidades que desarrollen su propia vida y aceptar algo especialmente doloroso: no poder evitar que cometan errores y tengan fracaso.
Los padres que deseen que sus hijos maduren adecuadamente, han de dejarle que aprenda a resolver los problemas por sí mismo. Pero podrá intervenir orientando con discreción y dando consejos en la medida que se hayan ganado la confianza de los hijos y éstos no sólo estén dispuestos a escucharlos, sino que además lo pidan.
Manifestaciones de la rebeldía
El adolescente tiene varias formas de manifestar su rebeldía. Una de ellas, que resulta inexplicable par la mayoría de los adultos, es su espíritu de contradicción. Cuando el joven vive en un ambiente que considera poco dialogante y siente la necesidad de que sus opiniones sean escuchadas, puede recurrir a oponerse sistemáticamente a lo que opinan los adultos. Con este comportamiento consigue establecer sus propias opiniones. El adulto no suele darse cuenta de su propia actitud y sólo ve la oposición del adolescente.
La insolencia es otra forma de rebeldía que se da con frecuenta entre jóvenes que mantienen malas relaciones con sus padres. Estos suelen ser personas autoritarias que pretenden imponer sus criterios por a toda consta algo que el adolescente no acepta. Es necesario recordar que para ser autoritario no es necesario que se adopten medidas autoritarias, basta con mostrar una actitud aparentemente conciliadora que termina siempre imponiendo el criterio y la voluntad propios.
La falta de diálogo suele ser una de las fuentes principales de rebelión. Esto se pone de manifiesto cuando los adultos esperan que se les obedezca simplemente porque tienen mayor experiencia o porque creen merecer respeto por su edad. No aceptan la lógica de los adolescentes, porque podría contrarrestar su razonamiento. Para evitar ser “vencidos” por sus hijos prefieren no usar ningún tipo de argumentación. No es extraño, por tanto, que los jóvenes enfrentados a esta situación acepten las ideas y sugerencias de otros adultos que sí admiten los argumentos y opiniones mediante el diálogo.