La madre tiene un papel diferente que el del padre en la educación de sus hijos, contibuye especialmente en el desarrollo emocional y afectivo.
La madre tiene para los niños una función insustituible. Es la que aporta el cariño de un modo más concreto. Generalmente es la que más tiempo dedica a los hijos: arreglo personal, médicos, elección de actividades extraescolares, higiene, alimentación…
El papel de la mujer en la educación de los hijos es fundamental en el campo emocional, las primeras caricias, besos y abrazos son de la madre. La madre engendra al hijo, el hijo ha formado parte de su organismo durante nueve meses y durante esa etapa se han establecido los primeros lazos afectivos entre uno y otro. La madre ha pensado en el bebé que lleva dentro, le ha dirigido palabras de afecto y el niño no nacido aún ha sentido ese cariño, sin apenas darse cuenta.
Sentirse querido y aceptado, forma parte del equilibrio psíquico sobre el que debe asentarse la personalidad. La primera palabra que suelen aprender los niños es mamá, es la persona que más tiempo pasa con ellos y también de la que más han dependido desde que tienen segundos de vida. Con la lactancia los lazos afectivos se hacen más fuertes, ya que la madre siente la ternura al ver a su hijo necesitado, indefenso y pequeño. Una de las imágenes más bellas y más elocuentes es la de una mirada entre una madre y su bebé.
A veces la fiebre de la prisa va distanciando, por jornadas laborales, el horario del hijo con el de la madre. Esto puede llegar a afectar a los niños que necesitan de esas atenciones llenas de calor humano, una persona empleada puede hacer esas tareas de preparar su ropa, atender su comida, limpiar su habitación, etc… pero nunca puede llegar a sustituir a una madre que aporta el afecto. Una madre de hecho no debe dejar nunca de echar de menos los besos y los abrazos de sus hijos debe esforzarse por sacar ese tiempo para manifestar y expresar su cariño, y debe dárselos y pedírselos para que sepan ellos aprender a manifestar su mundo interior y ser personas afectuosas.
Hablar con ellos, darles consejos, intervenir cuando algo nos preocupa es mantener los canales de diálogo. Esas vías siempre han de permanecer abiertas, una madre no puede desconectarse de serlo a ninguna edad. Los hijos lo necesitan más cuando son más mayores, los consejos de las madres son los que más efecto tienen y los que más influyen en la conducta de los hijos.
Escucharles es otro punto tan importante como el anterior, para eso hay que crear un clima en el que a nuestros hijos les sea fácil contar sus cosas, no todos los hijos son iguales, algunos necesitan más tiempo, o más tacto en nuestras preguntas para que salgan las suyas. A diario hay que sacar ese rato personal con cada hijo, en ese espacio para que abran su intimidad nos abrirán su corazón y la confidencia saldrá con fluidez. Con los adolescentes es más sencillo que surja la confidencia si están ayudándonos a hacer algo, sino les suena a control cualquier pregunta.